Thursday, August 24, 2006

De momento, inerte la mirada de poplio, un tal don Edgardo gorgoroteaba sutiles donostias de Dostasiano, cuando de pronto...

Resulta que «en cuanto a mis fuerzas, no son más que un suplemento, el suplemento a un estado de hecho, y es que no ha habido jamás origen...» dijo don Antoninio Artaud (de ataúd?)

Entonces el artista, aquél que dijo que creaba cre(y)endo cuando dice que oye, gruñó, apenas perceptibles sus impetuosos trazos llenos de tinta rasposa:

"Hijo, cuando escribí, por primera vez, mi nombre, tuve consciencia de que estaba empezando un libro. Reb Stein..."

Desdoblábase a la par la fístula paranoidal que, aplastada entre las paredes de la azotea, amenazaba quebrar los tintos huecos oseáticos, pues un tal alemán de apellido Jéguel les mostraba, didáctico cual costumbre suya:

"Efectivamente, señor, entre usted y yo hay una distancia, y como la fuerza desprovista de belleza, tal distancia odia al entendimiento..."

Cabe decir que entre las tierras de uno y otro, un coyote ayunado corría de lado a lado del portón, vociferando guturales voces, algo desprovistas de sentido común:

"Como una pintura nos iremos borrando,
como una flor
hemos de secarnos
sobre la tierra,
cual ropaje de plumas
del quetzal, del zacuán,
del azulejo, iremos pereciendo.
Iremos a su casa."

Al terminar la rejurjunencia de artopódicas funciones uríntintas, acordaron que el auditorio estaba al otro lado.